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La oportunidad de Obama para el libre comercio

  • Published in Actualidad

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Por T. McLarty y N. Cunningham. Thomas McLarty fue jefe de gabinete del presidente Clinton. Nelson Cunningham fue asesor del presidente Clinton y del asesor Joseph Biden.

Hay consenso de que la elección de Bill Daley como jefe del gabinete de la Casa Blanca es la mejor decisión para ayudar al presidente Obama a establecer un nuevo tono presidencial. Es discreto y tiene arraigo en el Partido Demócrata. Aunque viene del mundo de los negocios, no es ningún tecnócrata gris afín a los republicanos. Él es un Daley de Chicago, hijo del alcalde Richard J.Daley, y necesitará todas sus herramientas para lograr que el libre comercio sea la pieza central de la visión que tienen los demócratas de la competitividad económica y de la globalización.

El ex presidente Bill Clinton comprendió que el libre comercio requería un gran esfuerzo de ambos partidos. Para firmar el acuerdo norteamericano del libre comercio (Nafta) en 1993 estableció una sala de guerra en la Casa Blanca, encabezada por Bill Daley y el congresista republicano Bill Frenzel. Ambos trabajaron codo a codo y con total apoyo del presidente y del gabinete de la Casa Blanca para impulsar el Nafta en la Cámara.

El libre comercio también era para el presidente Clinton una de las piezas clave para impulsar la competitividad de EE.UU. en un mundo cada vez más dependiente del comercio. No todos los demócratas apoyaron esta tesis, pero Clinton la impulsó fuertemente dentro del partido.

Este consenso se perdió. En 1997, cuando Clinton buscó renovar la vía rápida para negociar otros acuerdos comerciales, la iniciativa fracasó. George W. Bush continuó con esta iniciativa, pero sólo con mayoría republicana.

Durante los dos primeros años del mandato de Obama sólo se avanzó, y muy poco, en llenar algunos saldos de la agenda Bush: los acuerdos de libre comercio con Corea del Sur, Panamá y Colombia, la inestable ronda de Doha y la adhesión de Rusia a la OMC.

Ahora, en unas pocas semanas, Obama ha renegociado el acuerdo con Corea del Sur y ha anunciado que será su prioridad en el nuevo Congreso. Ha dado algunos pasos para resolver la larga disputa con México en materia de camiones. ¿Y ahora qué? Primero, el presidente ha de estar totalmente convencido y comprometido. Nafta fue un éxito bipartidista gracias a Clinton y a las tortuosas negociaciones entre los miembros del Congreso. Algún trozo de pastel se repartió y más de un puente se construyó como resultado del voto por el Nafta.

Segundo, la Casa Blanca y el Congreso deben ponerse de acuerdo, desde el vicepresidente, Joe Biden, pasando por la secretaria de Estado Hilary Clinton, la ministra de trabajo, Hilda Solis, y el representante del U.S Trade, Ron Kirk.

Tercero, el esfuerzo de ambos partidos ha de ser real. Y esto es particularmente cierto para el grupo republicano del Tea Party, que aún no se define respecto del libre comercio. Tal vez Obama podría incluso repetir el ejemplo de 1993 y poner en la Casa Blanca a un republicano: la ex representante comercial de EE.UU. Carla Hills, el antiguo jefe de Estado Mayor de Reagan Ken Duberstein, o un ex congresista como Jim Kolbe o Chris Shays.

Los moderados e independentistas ven ahora cómo el presidente acepta sus puntos de vista. Un compromiso con la reducción del déficit, una promoción sostenida de las empresas y un sincero compromiso con la liberalización del comercio deben ir de la mano. Más importante aún, el presidente debe comprometerse a avanzar en los acuerdos comerciales pendientes con Colombia y Panamá.

Con la elección de Daley y la renovada política de comercio, Obama tiene la oportunidad de recordar a los moderados de ambos partidos y los votantes independientes que él es el hombre por el que votaron en 2008: un líder que entiende los objetivos de las pequeñas y medianas empresas, y que ve a EE.UU. lo suficientemente confiado e innovador como para seguir siendo el verdadero norte de la economía global.

También le da al presidente la oportunidad de afianzar relaciones con antiguos aliados internacionales que cultivan una democracia liberal, rechazan viejas y feas costumbres sociales y políticas, trabajan hombro a hombro cuando se trata de luchar contra oscuras fuerzas globales, están abiertos a abrir sus mercados. No será fácil, y podrá molestar a algunos demócratas, pero es esencial.

 

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